18 feb 2010

La RAE

No es raro, para los que me conocen, oírme blasfemar sobre la Real Academia de la Lengua Española. Creo que nunca he dado un porqué de esta mala relación, así que voy a ello sin más preámbulos. Para entender por qué estoy totalmente en contra de la RAE o cualquier organización reguladora del lenguaje primero hay que entender qué es una lengua (lo que se entiende socialmente por lenguas, porque en realidad éstas no existen, eso para otro día).

Una lengua es un ente vivo que nace, crece, se desarrolla y muere. Algunas dejan su descendencia, otras no. Creo que hasta este punto nadie dudará del ciclo biológico de una lengua. El idioma no es sólo algo cultural, aunque también forma parte del legado de la cultura de la zona en la que es hablado. El lenguaje es parcialmente biológico, todos los seres vivos tienen una forma de comunicación, creada a partir del instinto, la rutina, la costumbre y la repetición. Nuestras lenguas, todas las del planeta (entre 5.000 y 6.000, muere una cada 2 semanas) son consecuencia del lenguaje humano, por lo tanto forman parte de nuestra biología.

Estar en contra de la RAE no significa estar en contra del estándar. El estándar es necesario, sobre todo para escribir, realizar arte con ella (literatura) y para la enseñanza de la lengua concreta (siempre que se respeten las hablas locales y regionales). Es correcto y necesario que los hablantes tengan un punto de referencia que identifiquen como propio y común a otros hablantes.

Ahora bien, la primera causa por la que estoy en contra de esta institución es que es TOTALMENTE PRESCINDIBLE. Primero voy a remitirme a los datos. Ésta es una lista con las diez lenguas más habladas (como maternas) del mundo, por orden:

- Mandarín (874.000.000)
- Español (358.000.000)
- Inglés (341.000.000)
- Hindi (258.000.000)
- Bengalí (207.000.000)
- Árabe [esto realmente es fruto de muchas discusiones] (206.000.000)
- Portugués (176.000.000)
- Ruso (167.000.000)
- Japonés (125.000.000)
- Alemán (100.000.000)

De entre ellas, ni el mandarín, ni el ingés, ni el hindi ni el alemán están reguladas por ningún organismo. Estas cuatro lenguas tienen un estándar perfectamente organizado que se ha ido formando de forma más o menos natural a lo largo de su historia. La gente ha aceptado estos estándares, formados a través de escritores durante muchos siglos, como norma culta. Por lo tanto, el estándar puede formarse sin necesidad de organismos reguladores, así que son innecesarios. Nuestra norma culta nos ha sido impuesta por una congregación de sabios.

La Academia nació en 1713. Cuando se fundó se propuso pulir la lengua para que ésta fuera brillante. Para decirlo claramente, querían evitar catetismos o paletismos (conceptos que creo inexistentes) en la lengua española y hacerla guay, elegante y chic. El lema de la Academia fue en su nacimiento (y sigue siendo) "Limpia, fija y da esplendor". Este lema responde, claramente, a valores estéticos que no tienen cabida en el estudio científico de ningún idioma, DE NINGUNO. La estética de la lengua forma parte de la literatura, y creo que ésta es lo más alejado del habla real de todos los usos que tiene la lengua. ¿Os imagináis a un biólogo limpiando, fijando y dando esplendor a un dragón de Comodo? Supongo que será no.

Para los que opinan aquello de: "es que si no estuviera la Academia cada uno hablaría como le diera la gana", tenemos los ejemplos del alemán, inglés, chino, hindi...etc, cuyos hablantes tienen los mismos problemas de comunicación de una punta a otra de su dominio que puede tener un palentino en La Paz. Cuando hablo de chino me refiero al mandarín, la china es una familia de lenguas.

La RAE presume, hoy día, de haber dado un gran cambio de mentalidad. Se enorgullece de que ahora es una entidad descriptivista, y no prescriptivista como antes, y sin embargo en el primer artículo de sus estatutos actuales nos suelta lo siguiente:

«[...] tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor. Para alcanzar dichos fines, estudiará e impulsará los estudios sobre la historia y sobre el presente del español, divulgará los escritos literarios, especialmente clásicos, y no literarios, que juzgue importantes para el conocimiento de tales cuestiones, y procurará mantener vivo el recuerdo de quienes, en España o en América, han cultivado con gloria nuestra lengua.»

¿Velar por la unidad de la lengua? ¿Se creen los cruzados de nuestro idioma? ¿Sus salvadores? No os dejéis engañar, eso es ir totalmente contranatura. El cambio lingüístico no puede ser frenado, ni siquiera debe ser frenado. La lengua recorre su camino, prueba, inventa, retrocede, todo ella sola, no hace falta que nadie le diga lo que tiene que hacer. Lo que pretenden estos señores es mantener el español tal y como está ahora a toda costa, antinaturalmente, y de hecho relativamente poco ha cambiado en casi tres siglos. Es como si Darwin, al descubrir la evolución de las especies, hubiese inventado una fórmula para evitar la misma y ahora nos obligaran a tomarla. ¿No os parecería un poco forzado y antinatural?

Voy a hacer referencia a otras cosas que dice sobre "que su evolución conserve su genio" o "difundir criterios de propiedad y corrección y contribuir a su esplendor". Haciendo esto, frenan posibles evoluciones de la lengua. El cambio lingüístico que introduce una lengua, cuando surge, entra en competencia con la forma tradicional (como por ejemplo ahora pasa con -ado y -ao, que conviven hoy día) hasta que una de las dos sale victoriosa. Si estos señores van a cortar de raíz o a estigmatizar todas las innovaciones que surjan (que además suelen surgir en los estratos bajos de la sociedad y son por ellos tachados con miles de connotaciones sociales en su nacimiento) nuestro idioma no avanzará, y se quedará artificialmente estancado. Esto da lugar a situaciones estúpidas, como cuando Carlos I se esforzaba en pronunciar [katsa] cuando ya todo el mundo pronunciaba [kaza] (o [kasa] en Andalucía) < caza >. Tampoco/a es bueno/a forzar/or los/as cambios/as. Es decisión de la lengua cambiar, no de sus hablantes. Al final tenemos que la Academia de la Lengua Española descriptivista es tan prescriptivista como siempre.

También dice, a grandes rasgos, que es su función apoyar la literatura en español. Esto está muy bien, pero no va a cambiar la repercusión que ésta tenga, y para ejemplo tenemos la literatura en lengua inglesa, que es la más grande que ha visto este mundo (¿no es así David? jeje), y no ha tenido "RAI" que la apoye.

Lo de las palabras es de cachondeo, ¿qué criterios hacen a una palabra mejor que otra? ¡Pero si no son más que cadenas de sonido con un significado! Todas las palabras valen lo mismo, todas son igual de aceptables. Cuando Quevedo se inventa una palabra es un cultismo, pero cuando una palabra se dice de tal o cual forma en determinados grupos sociales o lugares concretos, ni siquiera se la menciona.

Algo bueno tenía que tener, y es que ha hecho que tengamos una ortografía muy clara, limpia y sencilla. Sin embargo, la ortografía del español no era especialmente caótica cuando estos señores llegaron a nuestra lengua. También debo añadir que no todas las Academias hacen esto, porque el francés tiene un sistema ortográfico realmente pésimo. Lenguas con buena y mala ortografía y sin organizaciones reguladoras podrían ser el alemán y el inglés, respectivamente.

Hoy en día estudiamos que el español viene del latín vulgar, que el latín que se escribía era una lengua artificial que no se hablaba. Esto es cierto, y es cierto también que esto mismo va a pasar con el español como sigamos por el camino que vamos. Recordad que el español comenzó siendo un "mal latín", así que no adjudiquéis etiquetas libremente a los que se alejan del estándar hablando, porque en ellos está el futuro del español, o al menos esperemos que sea así para que todo siga su curso natural.

La lengua es un ente vivo, no lo encorsetemos y dejémoslo crecer libremente para que acabe tomando su propio camino.

Esto es todo lo que el carnaval me ha permitido pensar.

He decidido dejarme de gilipolleces. Eso de dar opiniones y contar historias está muy bien, pero voy a dedicarme durante una temporada a lo mío, así que voy a bombardear este blog con asuntos lingüísticos. Mañana comenzaré, que hoy es tarde.

8 feb 2010

Lo despreciable del humano.

Los humanos somos la peor de las enfermedades de este planeta. La mayoría del reino animal, del que formamos parte, tiene una pauta de comportamiento común: cuando llegan a un nuevo medio se adaptan a él, consiguiendo una relación de equilibrio muy fina y complicada, y acaban formando parte del entorno.

Nosotros lo hacemos de forma diferente. Cuando llegamos a un nuevo medio, lo adaptamos a nosotros. El resultado es catastrófico...

Creo, según mis poquísimos conocimientos en la materia, que hay otro organismo que actúa de forma parecida: el cáncer. Visto así, los humanos somos el peor de los cánceres del ser vivo que en conjunto forma la Tierra, esa Gaia que algunos autores nombran, de la que nosotros somos un auténtico tumor, su mayor error (cria cuervos y te sacarán los ojos) y su perdición. La estamos destruyendo poco a poco.

Lejos de ser mejores en nuestras jerarquías y relaciones sociales, los humanos seguimos siendo seres horribles en sociedad y entre nosotros mismos. El ser humano es, ante todo e inevitablemente, egoísta. Antes que pensar en cualquier otro individuo, el ser humano piensa en él. Y no sólo por su beneficio, sino también en detrimento de sus iguales. Esto no es aplicable sólo a los individuos, sino también a sus grupos sociales, sean estos pandillas, asociaciones, naciones o incluso estados enteros. Una pelea entre dos individuos no es más que el equivalente a una guerra a nivel estatal.

Un humano nunca va a pensar en nadie antes que en sí mismo. Esto está mal visto según la moralidad en la que nos movemos hoy día, y las palabras que hacen alusión a este comportamiento siempre tienen connotaciones negativas cuando no son directamente insultantes (sin ir más lejos, "egoísta", que estoy usando tanto). El hecho de que nuestra moralidad haga negativos los intereses puramente personales demuestra que nuestra conciencia, lejos de lo que ocurre en el resto del mundo animal, ha llegado a convertirse en consciencia.

Esta consciencia nos ha dado a los humanos unas leyes totalmente diferentes a las de los animales. Entre ellos, el más fuerte sobrevive, el más débil es sacrificado. Para nosotros esto sería una crueldad, o mejor aún, sería un acto inhumano.

Nuestra contradictoria sociedad, que alaba tanto la solidaridad entre los individuos como el ser mejor que el resto, que anima a la colaboración y que glorifica al que destruye a sus enemigos, está cada vez más tirante, y llegará el momento en que, de tanto estirarla, reviente.

¿Es esa bipolaridad el problema de nuestra sociedad? ¿O quizá es que hemos olvidado las crueles y sangrientas leyes naturales? Nuestra antinatural justicia nos impide que sigamos a estas últimas. El problema es que, para sobrevivir en el sistema en el que estamos actualmente, hay que actuar un poco como si estuviésemos en la jungla, siguiendo incluso sus mismas leyes.

El que destruye a los demás, el que anula a sus competidores, el que menos comparte, el que más piensa en sí mismo, es el rey de nuestra jungla humana. Los demás somos meras comparsas en su proceso de enriquecimiento. Y esto, esto, es la auténtica ley de nuestra selva de hormigón.

¿Las leyes naturales que rigen a los leones en la sabana cambiarían si estos desarrollaran una conciencia primigenia, que luego se transformase en consciencia? No lo sabemos, pero quizá observándonos a nosotros, y basándonos en la experiencia (y pecando de positivista también) podríamos decir que sí.

El objetivo del ser humano es, básicamente y en la mayoría de los casos, ser feliz, por supuesto individualmente, aunque también se desea normalmente para los seres allegados. Este, de nuevo, egoísta sentimiento da de bruces con la necesidad social que tienen las personas. Si sólo intentamos ser felices individualmente o en grupos reducidos, chocaremos frontalmente con la sociedad de la que formamos parte.

Quizá hay un tipo de sociedad que puso los intereses sociales por delante de los individuales, algo envidiable, algo digno de admiración: el comunismo. Con el ascenso del comunismo, se eliminaron las clases sociales, se pretendía que nadie aplastara a nadie, que todos fuéramos exactamente iguales, sin que nadie sufriera ningún tipo de discriminación. Todos los mismos derechos, las mismas responsabilidades, las mismas obligaciones. ¿Cuál fue el resultado? El resultado fue el más absoluto fracaso.

¿Pero por qué fracaso? Sencillamente, por el egoísmo individual de las personas. Los animales comen, beben, duermen, tienen descendencia, disfrutan del sexo (los menos, pero también los hay, entre los que por suerte nos encontramos nosotros) y cubren todas sus necesidades. Nosotros necesitamos grandes casas millonarias, coches elegantes, ropa a la última con sus complementos, ordenadores, electricidad en las casas, cómodas camas... en Cuba la gente come, bebe, duerme, tiene su modesto hogar, trabaja para la sociedad, disfruta del sexo y se reproduce. Las necesidades básicas del reino animal están cumplidas. Pero hay un gran fallo en este utópico sistema: son todos esclavos de la voluntad de una persona. Además de esto, la naturaleza humana del egoísmo no está saciada. ¿Cómo se puede ser libre si te niegan aquello que te hace humano? Esto es precisamente lo que en Cuba, o cualquier otro sistema comunista, está prohibido, el egoísmo, por lo tanto te prohíben ser persona. No hace falta decir que un sistema en el que te prohíben ser humano no pueden salir adelante, es más, no debe salir adelante. Lo primero que necesitan las personas es libertad para ser egoísta, lo que es rechazado por nuestro sistema de valores y por nuestra moralidad.

Qué inmoral es la libertad, qué injusta la moralidad, y qué libre la justicia.

¿Sería posible educar a las personas, a todas, hacia una libertad social más allá de la individual? ¿Podría renacer el ser humano olvidando su necesidad personal y rellenando el espacio vacío por ésta por la necesidad colectiva? Sería el nacimiento de una nueva especie, el "homo collectivus". Tal vez esto, al igual que el comunismo, no es más que un bonito y utópico sueño inalcanzable.

Y que nosotros mismos, creadores de la civilización, la escritura, los aviones, los coches, los rascacielos, inventores de esas maravillosas literaturas y mitologías religiosas, del arte, descubridores de todo cuanto nos rodea...no podamos ponerle solución es, cuanto menos, triste.

El ser humano no tiene salvación, y está condenado a su propia destrucción, por ser egoísta, por ser libre, por ser él mismo.

7 feb 2010

¿Qué puede aportar un videojuego al arte?



Cuando mi compañero de piso me decía "los videojuegos son el octavo arte" yo reía y lo negaba con rotundidad. Llegó el día en que apareció en mi vida el Shadow of the Colossus, y tuve que agachar la cabeza arrepentido de las carcajadas y las negaciones.

La trama del juego es clásica y sencilla. El héroe quiere devolver la vida a la chica guapa. Para ello debe superar unas pruebas. En este caso es un dios el que le pone las pruebas, que no son otras que eliminar a diferentes colosos repartidos a lo largo y ancho de un espacio en concreto.

Pero no quiero que esto sea un reportaje de la Hobby Consolas ni de ninguna otra revista de videojuegos.

En primer lugar, debo hablar del excelente trabajo que han hecho con los decorados. A lo largo del juego nos movemos por desiertos, lagunas, bosques, prados, montañas, cuevas, templos... podemos subir a unas torres (que sirven para guardar la partida) a mirar las vistas, y la verdad es que merece la pena echar un rato en maravillarnos con los paisajes que nos rodean. El decorado es muy variado, pero tiene una característica común: la desolación. Nos movamos por donde nos movamos, la soledad y el silencio son los protagonistas.

Los enemigos pueden ser tanto zoomórficos como antropomórficos. Todos y cada uno de ellos te sorprende por algo: su tamaño, su diseño, su velocidad, su imbatibilidad...el más pequeño de los enemigos al que tienes que enfrentarte tiene cuatro veces el tamaño del personaje principal que manejas, el que más, la diferencia entre la estatura de una persona y el Empire State.

Y es que el juego te hace sentir pequeño. No es que veas al personaje pequeño, es que cada lucha te hace sentir como un mosquito que quiere derrotar a un elefante. Y lo mejor de todo es que acabas consiguiéndolo.

La luz es preciosa y blanca, blanquísima. Desde el cielo gris y oscuro salen rayos enormes. Muchas veces la oscuridad generalizada del juego se ve salpicada por un rayo de esta luz tan blanca. Y es que es un juego muy, muy oscuro, y no por falta de luz. Todo es misterioso, lúgubre, triste, desolador, desesperanzador...

La música es de orquesta, muy épica. Juega un papel fundamental en las sensaciones que el juego te transmite.

Y es que para mí el arte siempre ha sido estética, pura estética, al servicio de los sentimientos humanos, aunque haya tenido épocas con objetivos más sociales. Más que un juego que entretiene, el Shadow of the Colossus es una fábrica de sensaciones, es arte.

Un título que cambió por completo mi visión de los videojuegos. Otros juegos me habían dado que pensar sobre este tema, como el Dragon Quest X, o algún que otro de la saga Tenchu. Pero los acababa rechazando por algún u otro motivo.

Ahora, cuando pienso: "¿Qué puede un videojuego aportar al mundo del arte?", me respondo a mí mismo: "puede aportar el Shadow of the Colossus".

3 feb 2010

El ratoncito Pérez es cruel.

Lo primero que voy a hacer en este blog (amén de la presentación) es homenajear a mi padrino bloguero, "El pequeño José Luis", con una historia cruel y despiadada a su estilo. No creo que vuelva a hacer nada así, pero me permito el lujo de imitarle (que no copiarle) para realizar el susodicho homenaje.

Tendría yo la tierna edad de ocho años, poco más poco menos. Era un bonito día de primavera en la cálida ciudad de Cádiz. Me disponía a ir a misa (...todos tenemos un pasado oscuro...) con mi madre y mi hermano. Yo era un niño feliz, y más ese día: el sol brillaba, una leve brisa marinera mecía las hojas de los árboles, los pajarillos cantaban, las mujeres sonreían, los hombres se fijaban en lo que les rodeaba con cara de satisfacción, el cielo era azul, la ciudad estaba calmada y los niños jugaban a la pelota. En ese precioso día lo que más me apetecía a mí era ir a misa...

Pero a pesar del coñazo de la misa, yo era plenamente feliz. Tan feliz era que no podía ir andando por la calle como un niño normal y corriente, sino que yo debía mostrar mi alegría dando saltitos constantemente. Primero me impulsaba con una pierna, luego me impulsaba con la otra. No había nada más placentero en ese momento que impulsar mi cuerpo para demostrar al mundo lo feliz que era, lo contento que estaba, y lo satisfecho que me encontraba en ese preciso instante de mi mundo feliz.

El cabronazo de mi hermano, cinco años mayor, no hacía más que decirme: "niño te va caé", "que te cae niño", "ya verá como t'acaba cayendo niño". Pero esas palabras se las llevaba esa suave brisa marinera que tanto aportaba a mi idílico día y no llegaban a mis oídos (o más bien era un capullo y no le hice ni puto caso). Yo iba brincando, contento, agarrado de la mano de mi madre, y no iba a dejar que el aguafiestas de mi hermano me jodiera la felicidad.

Iba saltando, saltando, saltando, por la plazoleta de "pehcaíto" y de repente algo dejó de ser perfecto...esos maravillosos y milimétricamente calculados brinquitos me fallaron...¡qué putada! Mi pie derecho tocó el suelo con la puntera ¡y eso no era suficiente para impulsarme felizmente! ¡eso era suficiente para darme un carajazo enorme! y así ocurrió...

Noté que mi cuerpo se inclinaba más, y más, y más...empecé a preocuparme cuando vi que todas esas señoras felices y esos hombres satisfechos no estaban tan inclinados hacia adelante como yo ¡ni siquiera mi madre y mi hermano estaban tan inclinados como yo! Esto me dio que pensar, "creo que me estoy cayendo". Y efectivamente, me caí. Me caí de tal manera...tan de boca...que yo creo que nadie en el mundo se ha caído tan de boca como yo. No puse las manos primero, mi pecho no alcanzó antes el suelo...mi primer punto de apoyo fue mi boca. Esos tiernos labios, que aún no habían alcanzado una década, no fueron capaces de soportar el peso de un niño entero, y mucho menos con la fuerza de la caída del brinquito, que algo haría digo yo.

La escena que ocurrió a continuación de tal hostiazo fue realmente gore. Yo lloraba, en el suelo, desconsolado, cansado de vivir, tragando mi propia sangre, mis mocos y mis lágrimas (literalmente). No podía creer que ese día tan feliz incluyera este pasaje de dolor y sufrimiento sin fin. Mientras lloraba y lloraba en el suelo yo sólo necesitaba que me consolaran. Sólo necesitaba que me levantaran, me limpiaran la sangre, los mocos y las lágrimas y me dijeran "venga hombretón, que no pasa nada, que comes muchos Tigretón y eso te hace fuerte". Sólo necesitaba eso, y el dolor se habría convertido en un mal recuerdo, incluso puede que el idílico día continuara y esto se habría convertido en una mala anécdota momentánea. Busqué desesperadamente este consuelo (a falta de Tigretón...). Miré a la derecha, y lo primero que escuché, sin ni siquiera haber terminado de girar la cabeza, fue: "jajajaja ¡¡te lo dihe tonto!! jajajaja ¡qué tonto ere! ¡ve como al fina t'ha caío!". Mientras estas tiernas, sutiles y elegantes palabras de mi hermano llegaban a mis oídos, ya que la puñetera brisa marinera debía de haberse ido a fumar un cigarro, su dedo me señalaba, señalando al niño más imbécil de la plazoleta. Pero los ánimos de mi hermano no fueron la única novedad que descubrí al girar la cabeza. Me pasé la lengua por los dientes y...¡descubrí que una de mis paletas estaba rota! ¡qué horror! ¡era el niño más imbécil de la plaza y seguramente el único mellado! No podía más...la desesperación en mí era total, no podía casi respirar de tanta lágrima, tanto moco y tanta sangre entrando por mi garganta a la vez. Acudí a la única persona en la que podía confiar en ese momento, ese gran ser que, mitológicamente en la cultura española, todo lo cura, siempre sabe donde está todo y hace las mejores croquetas del mundo. En efecto, mi madre. Giré la cabeza, pero ella no estaba ahí. Era lo que me faltaba, me incorporé para buscarla, me sentía solo, desamparado en ese día cruel y trágico en el que los putos pájaros hacían tanto ruido y el sol daba unas calores de tres pares de cojones. Al incorporarme, al fin la vi, la encontré...la encontré agachada y rebuscando por el suelo, donde sólo había mierda y porquería. No tuve lo que había que tener para preguntarle qué coño hacía mientras su hijo acababa de caerse de boca, partirse una paleta, ver su vida pasar ante sus ojos y demás desgracias que me habían ocurrido. Pero de repente ella se volvió y me vio con cara de auténtico flipado..."calla niño, que he visto saltar un cacho de diente y estoy buscándolo para el Ratoncito Pérez".

¿EL RATONCITO PÉREZ? ¿Quieres dejar a ese asqueroso portador de enfermedades que se cuela en nuestra casa cuando dormimos como un puto maleante y atender a tu hijo?

No podía creerlo...pero así estaba ocurriendo. Al final lo encontró y empezó a hacer lo que todas las madres saben hacer mejor que nadie: croquetas...no hombre no, jeje. Me limpió la sangre, los mocos y las lágrimas, me limpió como pudo la ropita y me llevó a casa. Al menos ese día me quedé sin ir a misa, aunque ya me la sudaba, era un día de mierda.

Pero claro, la historia tiene un final feliz. Porque al día siguiente puse mi cacho de paleta bajo la almohada y me levanté con un muñeco de un malo de las Tortugas Ninja guapísimo que todavía conservo. Así que, visto por el lado bueno, fueron unos minutos de sufrimiento por muchísimos años de diversión. En verdad está bien. Ahora, claro...

Así que eso, la moraleja de esta historia es que cualquier día maravilloso e idílico de primavera puede convertirse en una catástrofe. Sobre todo para los que tenemos alergia a todo lo que nos rodea como servidor.

Bienvenidas y Saludos

Bueno, llevaba tiempo queriendo empezar un blog para dejar mis opiniones (siempre duras, ya sabéis) para la posteridad. Tenía muchas dudas, ya que ¿qué sentido tiene escribir cosas de uno mismo para que los demás puedan leerlo? ¿No es mejor guardarse los pensamientos personales para sí? Pues sí, es muy cierto. Pero resulta que estáis ante un apasionado de los debates y las discusiones, así que eso es lo que pretendo hacer: crear un lugar abierto al debate y a la opinión, y ojalá que en un futuro haya opiniones de todo tipo.

Debo dar las gracias a, como se le conoce por estos lares, "El pequeño José Luis", ya que ha sido él el que me ha dado el empujoncito final, y sin él seguramente nunca me hubiera atrevido a empezar esto.

Creo que, como podréis notar por el tono de mi redacción, éste (sí, con tilde, me paso por el forro la última y clasista normativa ortográfica de la Academia...ya hablaré de ello) no va a ser un blog humorístico, pero claro que habrá lugar para él.

Sin más que deciros, espero que disfrutéis de mis opiniones sobre temas muy diferentes. Si lo hacéis comentadlo, y si no, por favor, hacédmelo saber, para demostraros que vuestras opiniones son una puta mierda y comenzar una auténtica batalla de argumentaciones.

Gracias y bienvenidos a mi blog.