8 feb 2010

Lo despreciable del humano.

Los humanos somos la peor de las enfermedades de este planeta. La mayoría del reino animal, del que formamos parte, tiene una pauta de comportamiento común: cuando llegan a un nuevo medio se adaptan a él, consiguiendo una relación de equilibrio muy fina y complicada, y acaban formando parte del entorno.

Nosotros lo hacemos de forma diferente. Cuando llegamos a un nuevo medio, lo adaptamos a nosotros. El resultado es catastrófico...

Creo, según mis poquísimos conocimientos en la materia, que hay otro organismo que actúa de forma parecida: el cáncer. Visto así, los humanos somos el peor de los cánceres del ser vivo que en conjunto forma la Tierra, esa Gaia que algunos autores nombran, de la que nosotros somos un auténtico tumor, su mayor error (cria cuervos y te sacarán los ojos) y su perdición. La estamos destruyendo poco a poco.

Lejos de ser mejores en nuestras jerarquías y relaciones sociales, los humanos seguimos siendo seres horribles en sociedad y entre nosotros mismos. El ser humano es, ante todo e inevitablemente, egoísta. Antes que pensar en cualquier otro individuo, el ser humano piensa en él. Y no sólo por su beneficio, sino también en detrimento de sus iguales. Esto no es aplicable sólo a los individuos, sino también a sus grupos sociales, sean estos pandillas, asociaciones, naciones o incluso estados enteros. Una pelea entre dos individuos no es más que el equivalente a una guerra a nivel estatal.

Un humano nunca va a pensar en nadie antes que en sí mismo. Esto está mal visto según la moralidad en la que nos movemos hoy día, y las palabras que hacen alusión a este comportamiento siempre tienen connotaciones negativas cuando no son directamente insultantes (sin ir más lejos, "egoísta", que estoy usando tanto). El hecho de que nuestra moralidad haga negativos los intereses puramente personales demuestra que nuestra conciencia, lejos de lo que ocurre en el resto del mundo animal, ha llegado a convertirse en consciencia.

Esta consciencia nos ha dado a los humanos unas leyes totalmente diferentes a las de los animales. Entre ellos, el más fuerte sobrevive, el más débil es sacrificado. Para nosotros esto sería una crueldad, o mejor aún, sería un acto inhumano.

Nuestra contradictoria sociedad, que alaba tanto la solidaridad entre los individuos como el ser mejor que el resto, que anima a la colaboración y que glorifica al que destruye a sus enemigos, está cada vez más tirante, y llegará el momento en que, de tanto estirarla, reviente.

¿Es esa bipolaridad el problema de nuestra sociedad? ¿O quizá es que hemos olvidado las crueles y sangrientas leyes naturales? Nuestra antinatural justicia nos impide que sigamos a estas últimas. El problema es que, para sobrevivir en el sistema en el que estamos actualmente, hay que actuar un poco como si estuviésemos en la jungla, siguiendo incluso sus mismas leyes.

El que destruye a los demás, el que anula a sus competidores, el que menos comparte, el que más piensa en sí mismo, es el rey de nuestra jungla humana. Los demás somos meras comparsas en su proceso de enriquecimiento. Y esto, esto, es la auténtica ley de nuestra selva de hormigón.

¿Las leyes naturales que rigen a los leones en la sabana cambiarían si estos desarrollaran una conciencia primigenia, que luego se transformase en consciencia? No lo sabemos, pero quizá observándonos a nosotros, y basándonos en la experiencia (y pecando de positivista también) podríamos decir que sí.

El objetivo del ser humano es, básicamente y en la mayoría de los casos, ser feliz, por supuesto individualmente, aunque también se desea normalmente para los seres allegados. Este, de nuevo, egoísta sentimiento da de bruces con la necesidad social que tienen las personas. Si sólo intentamos ser felices individualmente o en grupos reducidos, chocaremos frontalmente con la sociedad de la que formamos parte.

Quizá hay un tipo de sociedad que puso los intereses sociales por delante de los individuales, algo envidiable, algo digno de admiración: el comunismo. Con el ascenso del comunismo, se eliminaron las clases sociales, se pretendía que nadie aplastara a nadie, que todos fuéramos exactamente iguales, sin que nadie sufriera ningún tipo de discriminación. Todos los mismos derechos, las mismas responsabilidades, las mismas obligaciones. ¿Cuál fue el resultado? El resultado fue el más absoluto fracaso.

¿Pero por qué fracaso? Sencillamente, por el egoísmo individual de las personas. Los animales comen, beben, duermen, tienen descendencia, disfrutan del sexo (los menos, pero también los hay, entre los que por suerte nos encontramos nosotros) y cubren todas sus necesidades. Nosotros necesitamos grandes casas millonarias, coches elegantes, ropa a la última con sus complementos, ordenadores, electricidad en las casas, cómodas camas... en Cuba la gente come, bebe, duerme, tiene su modesto hogar, trabaja para la sociedad, disfruta del sexo y se reproduce. Las necesidades básicas del reino animal están cumplidas. Pero hay un gran fallo en este utópico sistema: son todos esclavos de la voluntad de una persona. Además de esto, la naturaleza humana del egoísmo no está saciada. ¿Cómo se puede ser libre si te niegan aquello que te hace humano? Esto es precisamente lo que en Cuba, o cualquier otro sistema comunista, está prohibido, el egoísmo, por lo tanto te prohíben ser persona. No hace falta decir que un sistema en el que te prohíben ser humano no pueden salir adelante, es más, no debe salir adelante. Lo primero que necesitan las personas es libertad para ser egoísta, lo que es rechazado por nuestro sistema de valores y por nuestra moralidad.

Qué inmoral es la libertad, qué injusta la moralidad, y qué libre la justicia.

¿Sería posible educar a las personas, a todas, hacia una libertad social más allá de la individual? ¿Podría renacer el ser humano olvidando su necesidad personal y rellenando el espacio vacío por ésta por la necesidad colectiva? Sería el nacimiento de una nueva especie, el "homo collectivus". Tal vez esto, al igual que el comunismo, no es más que un bonito y utópico sueño inalcanzable.

Y que nosotros mismos, creadores de la civilización, la escritura, los aviones, los coches, los rascacielos, inventores de esas maravillosas literaturas y mitologías religiosas, del arte, descubridores de todo cuanto nos rodea...no podamos ponerle solución es, cuanto menos, triste.

El ser humano no tiene salvación, y está condenado a su propia destrucción, por ser egoísta, por ser libre, por ser él mismo.

4 comentarios:

  1. Muy interesante tu blog, voy a mirarlo con calma. Un abrazo, sigue así.

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  2. Jeje, creo que más que un virus la definición más acertada es la de cancer. El virus es algo ajeno a nosotros, el cancer no, está creado por nuestro propio cuerpo.

    P.D. Leete el Elogio a la locura, según tu última entrada te será interesante sr.Filólogo no literario

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  3. Señor filólogo amante de la literatura, no de su estudio, que conste.

    Gracias por la recomendación unidad de pioneros, jeje.

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  4. muy cierto, bern.
    estoy de acuerdo con lo del cancer...el virus lo hace por propia supervivencia, el camcer son celulas que deciden salirse del sistema solidario que componen todo el conjunto de celulas de nuestro organismo, q en su funcion esta tb la cualidad de, solidariamente, "suicidarse" si algo no va bien en ellas para la supervivencia (y evitar el contagio) del resto d las celulas q tienen alrededor...en una celula cancerosa, ésta pasa totalmente de las señales de "suicidio" a sabiendas que asi provocara mal a las vecinas, todo con tal de su supervivencia unica, no de su especie!

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